lunes, diciembre 17, 2007

Gachas se acerca a la exCCCP

Y obviamente, una se acerca a lugares ignotos por una de estas dos vías: 1) el amorrl o 2) el papeo. En concreto esta vez Gachas se ha acercado al mundo de las repúblicas bálticas y otros países de la exURSS por la segunda de las vías.
Resulta que ayer domingo -funesto día tristuno donde los haya, el domingo- paseaba Gachas por las inmediaciones de la Plaza Santo Domingo, Ópera y tal con amiguitos y, chan, de repente vieron un supermercadín con productos rusos, que claramente desde el rótulo acrílico lo anunciaba: se llamaba "SUPERMERCADO CCCP-USSR" o similar. Como Gachas y sus amigos conservan aún el niño que todos tenemos dentro, se asomaron al cristal con la nariz bien pegada y la boca entreabierta, pero con eso no fue suficiente y tuvieron que pasar a ver qué se cocía allí dentro.
El lugar era humildón, mal alumbrao sobre todo, y tenía, además de comida, vídeos y libros del gusto de los ciudadanos esteparios: se notaba mucho espionaje y mucho glamour filthy, del de terciopelote rojo y oros.
Bueno, a lo que voy: seguimos hurgando por allí entre los produztos y, lo que suele pasar: algunos atraían (tés de la rusia zarista, crema agria), otros asustaban (unas gachas para desayunar con muy feo aspecto) y otros, nunca se sabe.
Gachas se habría comprado una especie de raviolis congelados con queso blanco dentro o con carne (Davidik seguro que sabe lo que son: participa, Davidik), pero como no iba a casa enseguida, no quería romper la cadena del frío y deteriorar el producto surgelé.
Lo que compró al final fueron grandes rodajas de pepinillos agridulces cortados como haciendo onditas, que eso es muy del norte de cualquier sitio y va muy bien con la carne, con el pejcao y con todo. Y también un pan (bueno, medio, lo compartió con JC y S.) lituano negro, negro y de esos sabores entre dulces, amargos y ácidos que tienen los panes sanotes de países nórdicos, como si llevaran una mezcla incomprensible de canela y Bovril . Obviamente, hay que olvidarse de poner lomo o jamón ahí encima, porque el sabor de la chacina se lo lleva por delante el del pan de marras.
Y ya después de marear al señor vendedor preguntándole Y esto qué es lo qués todo el tiempo, Gachas vio una especie de turronaco recio color grisáceo que se vendía al corte (4 euros valía una cantidad no especificada): el vendedor le dio a probar lo que definió como turrón de semillas de girasol y ahí Gachas de repente volvió a visualizar, como en el túnel del tiempo, a Lech Walesa, a su esposa Danuta, a todos los miembros de Solidarnosc, a Leonidas Breznev, al equipo olímpico de la RDA desfilando muy serios y a todo el pueblo de Bienvenido Mr. Marshall cantando "Americanos, os recibimos con alegría". Ay, qué sabor precomunitario, qué intento de calentar y dar energía al cuerpo con la pobrecica semilla del girasol, qué tiempos de escorbuto, tiña y sabañones. A modo de magdalena de Proust, el turronaco ese le trajo a la memoria a Gachas momentos y lugares donde no había wraps de pollo con guacamole ni asomo de sandwiches de pollo tikka de tres pisos, que era este mismo país casi anteayer, por cierto.
¡Viva la almendra por siempre!

6 comentarios:

Madame M dijo...

Precisamente nuestro pequeño Davidik se encuentra en estos momentos disfrutando in situ de las delicias que nos acaba de narrar. Aproveche pues y encárguele, si así lo desea, algún produzto almendrado en rublos. ¡Que le sean muy leves las entrañables, querida!

Gamo P. dijo...

Siempre pensé que si Proust hubiese sido íbero habría rememorado su niñez apretujando entre sus zarpas un polvorón de canela en su mismo envoltorio, cuya explosión de aire pa' fuera hubiese sido detonante del libre fluir de la memoria.


P.S. Necesito dirección exacta establecimiento del posteo de hoy, para ir a cotillear por supuesto.

Anónimo dijo...

Vaya, ahora resulta que las gachas asustan.

Anónimo dijo...

Servidora fue una niña de posguerra, y llegó a comer turrón de garbanzos, traido por un pariente de los sures hispánicos. Bastante indescriptible, la verdad. Creo que el de pipas también a mí me habría mostrado el túnel del tiempo y recordado los sabores precomunitarios de los años 50 y 60.

Confieso que, al igual que doña Madame, he estado todos estos meses visitando a diario éste su blog, a ver si había regresado. Y por fin, cual sorpresa navideña, lo ha hecho. Gracias por volver.

Gachas dijo...

Polaca (cercana, pues, a la CCCP): muchas gracias por tu constancia. De verdad que no queda esa virtuz mucyo en el mundo contemporáneo. Qué miedo dan las magdalenas de Proust postguerristas ¿verdad? ¡Vivan los sabores del postfranquismo!

Recaredo Veredas dijo...

Los encurtidos rusos son fantásticos. La fragmentación del polvorón habría resultado maravillosa para el pobre Proust. Saludos.