jueves, julio 26, 2007


Gachas at Trevi


Gachas, que se encuentra en Roma de nuevo pero sólo porque se olvidó un grifo abierto, pasó el otro día casualmente por la archifamosa Fontana di Trevi. Como no tiene mucha imaginación posteadora estos días debido a la calor, finalmente lo que ha decidido es insertar una bonita foto que homenajea un poco a ese pedazo de sociólogo-fotógrafo que es Martin Parr. Qué penica da el buen señor posando con su manita hacia atrás para tirar la moneda. Lagrimones se le caen a Gachas al verlo (y no es broma).

domingo, julio 15, 2007

Madriz: Top ten de insultos

Un breve postito para señalar que, sin lugar a dudas, el insulto favorito del lumpenproletariat madrileño es "pachaso". Gachas, que gusta mucho de usarlo, hacía siglos que no lo oía sino de su propia boca. Ha sido volver y empezar a oir "pachaso" por doquier: repartidores de bebidas, taxistas encabronaos, autobuseros... todos ellos emplean esa palabra que puede verse medio vacía o medio llena según el uso que se le dé (aunque en realidad, ¿alguien cree todavía que la acepción de payaso como personaje circense amiguito de los niños es algo positivo?).

jueves, julio 05, 2007


Vaticano Leisure Park


Gachas ya está irremediablemente de vuelta en Madrit, pero no quiere dejarse en el tintero de ceros y unos un importante post: el de su recorrido y subida a las SEIS atracciones de la Città del Vaticano.

Gachas fue, como está mandao, a ver la basílica de San Pedro. Se hace una poquita de cola, se cubre una los hombros y entra. Qué les va a contar que no sepan.

Después Gachas fue con sus compis de beca (Gachas tuvo una beca: ¡qué beca!) a ver la Necrópoli vaticana, en la que te enseñaban arqueológicamente las pruebas científicas de que San Pedro está ahí enterrado, les guste o no a los aznósticos. Muy interesante visita y muy buena la señorita guía en castellano.

Van dos atracciones con esta. Hé aquí la tercera: visita a las tumbas papales. Consiste en un subterráneo lleno de tumbas, entre antiguas y modernas, de los sumos pontífices. En la de Karol W, los polacos se eternizan rezando: esto es lo único que recuerdo de la visita, que no era muy allá.


Más cositas: la subida a la cúpula. 7 euros con ascensor y 4 sin. La verdad que da igual, porque en los dos casos hay un tramo de ejaleras que no te lo quita ni el Camarlengo, así es que opten por la de 4 euros (recomendación). Consiste en subir hasta la misma linternita cupular por dentro. Lo que se ve en el camino es mero alicatado color mostaza, pero mola la experiencia de ir torcida en algunos tramos. Puntuación: 8/10.


Después está la arriesgada: intentar colarse en lo que es la Città-Città, nada aperta, por cierto, alegando que uno va a hacer algo necesario allí dentro. Gachas alegó "ricerca nella biblioteca", pero esa excusa ahora no les valdría porque la biblioteca Vati ha cerrado por 3 años. Los codigodavincistas están orejigachos, lo sé, lo sé.

Bueno, en esa ocasión coló y, como digo, Gachas entró en la zona de trasiego vaticana, con su supermercado, su oficina de correos, su farmacia y su canesú (a la biblioteca en sí no pudo entrar porque hace falta carnet especial). ¿Creen que en la farmacia sólo venden parches para los callos y linimento? no, amiguitos: las mejores marcas de coloñas (Hugo Boss, Dior, Gaultier...), cremas autobronceadoras, collarcitos y pulseras de boloncios de colores... En fin, lo que es una farmacia-perfumería contemporánea bien equipada. Estaba llena no sólo de purpurado sino también de italianos con su correspondiente pasaporte (recordemos que el Vaticano es un paisín pequeñín) comprando a mansalva, porque parece que hay ciertas medicinas más baratas y otras tantas que sólo se comercializan allí.


Y por último, el consabido pack Museos Vaticanos+ Capilla Sixtina. En pleno junio húmedo se chupó Gachas la cola de 45 minutos (parece que las ha habido peores), no coló como estudiante (¡cachis!) y se vio ella con un amigo su pinacoteca con iluminación y museografía tardofranquistas.

Después se unió a las masas para hacerse las stanze de Rafaello y la Capilla Sixtina, pero era tal el calor y el agobio borreguil que cuando leía las palabras "To the Sixtine Chapel", en realidad ella las traducía por "To the Exit".

Nada, llegó a la Sixtine y se sintió como en Ellis Island: montones de personas hacinadas; vigilantes chulánganos con el pelo patrás pidiendo silencio con unos micrófonos; quejas de señores españoles a las que se unió ("nos tratan como a animales hasta llegar aquí, nos tienen amontonados y encima quieren que nos callemos"). Y sí, vio el dedo de Dios unirse al del hombre, pero le tuvo que pedir a su acompañante que se lo situase, porque con tanto calor y tanto gentío no se podía concentrar en ese pedazo de joya del arte occidental.