jueves, diciembre 25, 2008

Gachas con muérdago

Gachas sentía un fuerte deseo de postear algo navideño este año. No sabía bien qué, hasta que ayer día 24 vio en el tradicional telediario de mediodía la no menos tradicional noticia inventada y destinada a los ninios, en la que un Papá Noel más falso que Judas sale de Laponia en su trineo de tracción renal (renal de reno Rudolf) rumbo al mundo entero para repartir regalos esa misma noche a los que se porten bien y se coman toda la paletilla de cordero.
El presentador del telediario (ay, no sé ni de qué cadena era: en todas salía la misma estampa) trataba de otorgar credibilidad a la noticia espuria mediante comentarios solemnes parecidos a los que haría si se tratase de un suceso real: "Santa Claus ha salido hoy de Laponia bajo una fuerte ventisca rumbo al sur de Europa. Sus fieles ayudantes han cargado sus trineos de regalos para los más pequeños etc".
Mencionando esto aquí, Gachas sólo pretende dejar constancia de este gran highlight navideño televisivo, sin olvidarse de otro grandioso clásico que este año aún no ha visto (es más bien de año nuevo, quizá): el tradicional chapuzón en lagos gélidos por parte de hombretones rusos, normalmente vejetes, pero siempre sonrientes a pesar de que las extremidades ya no les respondan por el frío. A Gachas, de sólo escribir esto, ya se le ponen los vellos como escarpias.

viernes, diciembre 12, 2008

Breakfast at hotelaco

Gachas desayunó el otro día en el Riz (no lo escribe bien Gachas el nombre del hotel para que nadie goglee y se encuentre este post. Gachas es cobardona).
¿Que por qué? porque la invitaron a un desayuno-lecture de un comunicador relevante (hasta aquí puede escribir Gachas, siguiendo el refrán "no muerdas la mano que te da de comer"). El plan era llegar a las 9 am, escuchar al ponente mientras se desayunaba y hacerle unas pregunticas si tenías a bien (te daban un papelito para apuntarlas). Y a las 10 y cuarto, hala, pa casa todos.

Tenías que buscar tú misma el sitio que te habían asignado en una de las mesas del salón, que era como de boda, con las sillas cubiertas por una tela con lazos y ese rollo. Para asesorarte en la búsqueda había unas señoritas muy espigadas y dignas, con trajechaqueta. Gachas se acordó entonces de su época universitaria, en la que algunas de sus compis, las resultonas, trabajaban ocasionalmente como "azafatas de congresos" para ganarse unos dinerillos. Gachas, como no era espigada, nunca se molestó ni en echar la solicitud, pero lo que le llamó la atención esta vez fue la edad azafatil: en teoría, la profesión esa es para veinteañeras que la compaginan con otros estudios, pero las mozas que invitaban a los desayunistas a sentarse eran de la edad actual de aquellas compis de facultad gachescas.

Si Gachas acudió al evento fue principalmente para realizar una comprobación: la de si el zumo de naranja era natural o de bote (y, si era de bote, ¿con o sin pulpa?). Pues, como no podía ser menos en tamaño luxurious hotelaco, el zumo era recién exprimido. Gachas contempla la posibilidad de que el Riz hubiese fletado un charter para traer a los mismos niños que fabrican a destajo zapas Nike a exprimir naranjas que te crió para CIENTO VEINTE personas, si no, no se comprende cómo lo hiceron los dos o tres pinches de cocina que debe haber en el hotelaco.

El desayuno en sí, gastronómicamente hablando, fue un poco fiasco. Constaba de café o té, un mini yugur en un vaso como de chupito, el ya citado zumo, un vaso de agua y curasanes pequeños y sandwichitos igualmente pequeños (un rectángulo partido en dos, es decir, un triángulo isósceles o escaleno). A ver, mal-mal no es que estuviera, pero es que había un problema de lógica en la concepción del evento: a las 9 y diez dejaron de servir cafeses y teses para que nada distrajera la atención de los desayunantes que escuchaban al ponente. Gachas no entendía por qué lo llamaban desayuno si nada más empezar el acto dejaban de rellenar la taza de café y por lo tanto le cortaban el rollo al que tenía un interés activo en desayunar.

Gachas se fijó también en que estaba como feo estar continuamente cogiendo curasanes o sándwiches de las bandejas de la mesa: la idea era haber saciado el hambre desayunil antes del comienzo de la ponencia pero Gachas, que llegó por los pelos a las 9.05, no lo hizo, precisamente porque interpretó que durante el evento era pertinente darle a la mandíbula. Y a ello se entregó, pero como con pudor, como si coger un sandwichito de pavo fuera un acto feo y ordinario.
Otro tema que también interesó a Gachas fue la popularidad o carencia de ella del yogurín en vaso. Prácticamente nadie se lo comió: pongamos que sólo un 10% decidió atacarlo con la cucharilla. El zumo fue casi tan impopular como el yogur, quizá para evitar el reflujo chez los desayunantes: sólo un 30% de los zumos fueron bebidos. Gachas estaba ultrapreocupada al respecto: pasaban los minutos y a esos zumos se les iba yendo la vitamina por momentos. Y sobre todo, ¿cuál iba a ser su futuro inmediato? ¿los reciclarían para hacer macedonias de fruta? ¿los tirarían por el vater? Gachas pensó en pedir que le llenaran una garrafa de plástico de zumo para llevársela a casa, pero finalmente no lo hizo.
Nadie parecía consternado/a por estos asuntos: al final, se saludaron entre sí (muac, muac, "Fulano, te presento a Zutana, jefa de redacción....") sin reparar en el futuro de lo no ingerido o bebido. La mente posguerrista y autárquica de Gachas no ha podido quitarse de la cabeza estas cosas desde el jueves. A ver si este post sirve como catarsis.