Breakfast at hotelaco
Gachas desayunó el otro día en el Riz (no lo escribe bien Gachas el nombre del hotel para que nadie goglee y se encuentre este post. Gachas es cobardona).
¿Que por qué? porque la invitaron a un desayuno-lecture de un comunicador relevante (hasta aquí puede escribir Gachas, siguiendo el refrán "no muerdas la mano que te da de comer"). El plan era llegar a las 9 am, escuchar al ponente mientras se desayunaba y hacerle unas pregunticas si tenías a bien (te daban un papelito para apuntarlas). Y a las 10 y cuarto, hala, pa casa todos.
Tenías que buscar tú misma el sitio que te habían asignado en una de las mesas del salón, que era como de boda, con las sillas cubiertas por una tela con lazos y ese rollo. Para asesorarte en la búsqueda había unas señoritas muy espigadas y dignas, con trajechaqueta. Gachas se acordó entonces de su época universitaria, en la que algunas de sus compis, las resultonas, trabajaban ocasionalmente como "azafatas de congresos" para ganarse unos dinerillos. Gachas, como no era espigada, nunca se molestó ni en echar la solicitud, pero lo que le llamó la atención esta vez fue la edad azafatil: en teoría, la profesión esa es para veinteañeras que la compaginan con otros estudios, pero las mozas que invitaban a los desayunistas a sentarse eran de la edad actual de aquellas compis de facultad gachescas.
Si Gachas acudió al evento fue principalmente para realizar una comprobación: la de si el zumo de naranja era natural o de bote (y, si era de bote, ¿con o sin pulpa?). Pues, como no podía ser menos en tamaño luxurious hotelaco, el zumo era recién exprimido. Gachas contempla la posibilidad de que el Riz hubiese fletado un charter para traer a los mismos niños que fabrican a destajo zapas Nike a exprimir naranjas que te crió para CIENTO VEINTE personas, si no, no se comprende cómo lo hiceron los dos o tres pinches de cocina que debe haber en el hotelaco.
El desayuno en sí, gastronómicamente hablando, fue un poco fiasco. Constaba de café o té, un mini yugur en un vaso como de chupito, el ya citado zumo, un vaso de agua y curasanes pequeños y sandwichitos igualmente pequeños (un rectángulo partido en dos, es decir, un triángulo isósceles o escaleno). A ver, mal-mal no es que estuviera, pero es que había un problema de lógica en la concepción del evento: a las 9 y diez dejaron de servir cafeses y teses para que nada distrajera la atención de los desayunantes que escuchaban al ponente. Gachas no entendía por qué lo llamaban desayuno si nada más empezar el acto dejaban de rellenar la taza de café y por lo tanto le cortaban el rollo al que tenía un interés activo en desayunar.
Gachas se fijó también en que estaba como feo estar continuamente cogiendo curasanes o sándwiches de las bandejas de la mesa: la idea era haber saciado el hambre desayunil antes del comienzo de la ponencia pero Gachas, que llegó por los pelos a las 9.05, no lo hizo, precisamente porque interpretó que durante el evento era pertinente darle a la mandíbula. Y a ello se entregó, pero como con pudor, como si coger un sandwichito de pavo fuera un acto feo y ordinario.
Otro tema que también interesó a Gachas fue la popularidad o carencia de ella del yogurín en vaso. Prácticamente nadie se lo comió: pongamos que sólo un 10% decidió atacarlo con la cucharilla. El zumo fue casi tan impopular como el yogur, quizá para evitar el reflujo chez los desayunantes: sólo un 30% de los zumos fueron bebidos. Gachas estaba ultrapreocupada al respecto: pasaban los minutos y a esos zumos se les iba yendo la vitamina por momentos. Y sobre todo, ¿cuál iba a ser su futuro inmediato? ¿los reciclarían para hacer macedonias de fruta? ¿los tirarían por el vater? Gachas pensó en pedir que le llenaran una garrafa de plástico de zumo para llevársela a casa, pero finalmente no lo hizo.
Nadie parecía consternado/a por estos asuntos: al final, se saludaron entre sí (muac, muac, "Fulano, te presento a Zutana, jefa de redacción....") sin reparar en el futuro de lo no ingerido o bebido. La mente posguerrista y autárquica de Gachas no ha podido quitarse de la cabeza estas cosas desde el jueves. A ver si este post sirve como catarsis.
viernes, diciembre 12, 2008
Etiquetas:
alimentos varios,
hoteles
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
7 comentarios:
jo, como me apetece ahora un zumo de naranja recien exprimido...
Miss Gachas, ya se lo he dicho en alguna ocasión: lo suyo s la Psicogastronimía. Nos cuenta vd. más sobre el estirado, snob y burgués mundo de la intelectualidad nacional en su mención del chupito de yogur, que en mil páginas de denuncia social.
Ms T.
Por lo que respecta a la cosa del zumonaranja fino, sepa V. que existen unas maquinicas (atención al localismo, muy infrecuente en mí) que lo hacen de modo absolutamente automático sin indecorosa explotación infantil. Tan ingenioso apero, además, no vierte restos de cáscara ni por tanto indeseados amargores en el jugotoronja.
Cuán grande la frustración desyunil, anyway, sobre todo para los que, como yo, somos de desayunar poderosamente.
Besos, Sita Gachas.
Ms.T, quedo agradecida por sus comentarios y, siguiendo con el chupito yogur: ¿por qué demoñios no se lo comiero nada más que Gachas y tres más? Yo creo que era por la duda de si bebérselo (no se podía, era tirando a sólido) o de si meter cucharilla (que, en cualquier caso, no accedía al culín del fondo: mal diseñado el vaso para ese yogur).
Hans, yo sé lo de las máquinas pero, ¿llevan un pequeño ser dentro que las limpie? (siempre pienso aquí en esa Sevillana políticamente incorrecta de la ancestral Andalucía: "Me casé con un enano pa jartarme de reir").
Qué lujo y qué categoría, sí señor. Mi padre suele contar que mi abuelo, que trabajó durante los años 30 del siglo XX en el susodicho hotel (tampoco lo nombro para que no lo gugleen), decía que entre el pueblo de Barcelona se le llamaba «l'Hostal dels Rics» o «l'Hostal dels Rots», o sea, «el Hostal de los Regüeldos».
Qué envidia nos dan ustedes en Madrid. Ya sabía yo que había actos así desde que oí una vez en la radio que "Esperanza Aguirre celebra un desayuno". Los sánguches son así como de Rodilla, ¿no? Otra institución madrileña que hace poco llego a BCN.
Claro, Sallan: Rodilla nutre las cartucheras de las madrileñas y las barrigas colgantes de los madrileños desde 1980 y algo, con sus pastuzas mantecosas tintadas como relleno de sangüis.
Y también el VIPS, ese pedazo de entidad mexicano-madrileña que ustedes en Barcelona han rechazado vilmente cerrando el único local que había en Rambla Cataluña. La ira de los dioses caerá sobre ustedes en breve, sépanlo.
Publicar un comentario